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COLUMNISTA

4 de octubre de 2016

El Policía de Barrio

por: Andrés Penachino

El problema de la seguridad se ha ubicado en el primer puesto en el ranking de preocupaciones del ciudadano. Si bien el problema de la inseguridad se debe abordar desde diferentes ámbitos, se requieren medidas urgentes que, rápida y eficazmente, sirvan para controlar las diversas conductas delictivas, casi todas violentas, que flagelan a la comunidad toda, potenciadas por el consumo de drogas de todo tipo. Por suerte, comienzan a soplar vientos de cambio en la política, donde desde las más altas esferas están imponiendo la sanción de legislaciones que, pareciera, van buscando, y esperemos que encontrando, un punto de equilibrio ante el pedido angustiante de la sociedad, cansada de la victimización y de respuestas sin sentido, sobre una realidad que golpea día a día y en no pocas ocasiones mata. 
A la hora de construir la seguridad, no podemos prescindir de la policía. Y, es cierto que la policía en muchas ocasiones genera sentimientos encontrados, pero también es justo, ante un juicio de valor preguntarnos, ¿qué conocemos respecto a la policía?, ¿cuál y cuanto es o debe ser su poder o autoridad?, ¿cual es el mejor modelo o sistema policial?. La función de policía en la sociedad moderna tiende a hacerse cada vez mas compleja. Si dirigimos la mirada hacia atrás, vemos que, el famoso policía del barrio tenia una función casi exclusiva de prevención y represión de delitos contra la propiedad, dado que, el delincuente, y en esos tiempos el hampa, tenia códigos (salvo bandas organizadas para determinados fines, o un pervertido), no actuaba contra las personas, sino sobre sus pertenencias. Es decir, la acción del policía se limitaba a una lucha bien definida contra delincuentes que desarrollaban sus actividades al margen de la ley pero relacionados a un solo tipo de infracciones. 
La necesidad de buscar resguardar sus intereses, llevó al ciudadano honesto a aliarse naturalmente al policía, a pesar de no contar con una entera confianza publica. En los días que corren, las cosas han cambiado. La policía hoy, no se limita a combatir agrupaciones definidas de individuos que actúan abiertamente al margen de la ley.
En las sociedades modernas, el avance de las comunicaciones, de la ciencia y el uso masivo de la computación, entre otras, sin duda ha traído un progreso extraordinario, pero también consecuencias negativas, sin dudas no deseadas, con modalidades delictivas de alta complejidad, encontrando una policía que aun no ha podido adaptarse a las condiciones que le impone el delito actual, en especial, en su capacitación y en el aggiornamiento de los sistemas informáticos que usan. Con solo ir a una comisaría se podrá observar la obsolescencia de los equipos desplegados sobre sus escritorios. Si bien es cierto que siempre existe un defasaje entre el delito (hoy hiper dinámico) y la adaptación de las fuerzas de la ley, debe imponerse un compromiso para la superación permanente amparado por una decidida intención política, y por actos legislativos y también por los responsables de la aplicación de la ley y no de su interpretación ideológica. 
La necesidad de seguridad actual indica que,  no alcanza solo la presencia policial sobre un patrullero de ronda. El nuevo policía del barrio, al que muchos estudiosos del tema denominan policía comunitario, al igual que el antiguo funcionario, debe acercarse el vecino, con la finalidad de averiguar cuales son los temas de seguridad que lo preocupan, lograr identificar a quienes lo cometen, y, en forma eficiente y eficaz llevarlos ante la justicia. Para ello es menester lograr una aproximación real con el vecino, manteniendo una presencia policial ostensible, como el método mas eficiente para garantizar la tranquilad pública y la paz social, recordando siempre que, no todos los ciudadanos son delincuentes, ni todos los delincuentes son iguales. El ciudadano honesto es el cliente mas valorado del policía y como tal debe ser satisfecho con el trato y la atención recibida. Para esa tarea, el policía moderno debe aplicar todos los conocimientos y metodologías previstas de una realidad cambiante. 
El cambio demanda una adecuada y continua capacitación personal y una actitud mental. Para concretar esa tarea, los institutos de formación policial deben trabajar en programas de formación permanente que contengan no solo una mejora cuantitativa en la educación personal, sino también en la búsqueda de excelencia de todos sus cuadros para dar la respuesta mas adecuada a los problemas que hoy deben afrontar. En ese orden de ideas, podremos ver que el conocimiento convencional ya no sirve, pues es luchar con herramientas del pasado queriendo solucionar problemas presentes y futuros. 
Solo una policía capacitada podrá hacer frente a los nuevos retos que le impone el delito, pues con una actuación eficaz no solamente tendrá el reconocimiento del ciudadano, también lograra consolidar la confianza y el prestigio tan necesario para institución.

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