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SALUD

21 de abril de 2015

Psicología

Efectos del divorcio en las distintas edades
Licenciada Laura Vignola

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A pesar de que inevitablemente el divorcio de los padres tiene efectos en los hijos, ellos difieren según las edades de los mismos, dado que sus psiquismos responden acorde con las características personales de cada niño y con la etapa de la vida que esté atravesando. Veamos entonces los problemas que pueden ir surgiendo en relación a los distintos momentos de la vida de los chicos.
Cuando se trata de bebés o niños pequeños, los padres creen que ellos no perciben lo que pasa en su familia. Esto es un error, porque los niños tienen una percepción que nosotros, adultos, hemos perdido en el camino. Cuanto más pequeño es el niño, tiene menos mecanismos para elaborar lo que está pasando. En consecuencia suelen aparecer manifestaciones de ello a través del cuerpo, y cuando el divorcio se concreta, los niños entre 0 y 3 años pueden desarrollar síntomas tales como irritabilidad, llanto inconsolable, berrinches, hiperactividad, dificultades en el sueño, pesadillas, rechazo a la comida, dolor de panza, etc. Estos síntomas pueden ceder  si el padre que no convive lo visita regularmente y de preferencia en el hogar, intentando mantener un clima de tranquilidad durante las visitas y cuando ambos padres tienen actitudes cariñosas y de cuidado hacia los niños, con caricias, mimos y juegos. 
En los niños de edad pre-escolar, es decir entre los 3 y 6 años, aparece una primera reacción de temor, ligado especialmente al abandono y a la pérdida del padre custodio,  junto con una ansiedad permanente ante las separaciones, aunque sean las más habituales, como por ejemplo la que se produce cuando la mamá sale a hacer una compra. Esto puede ir acompañado de quejas, agresiones repetidas, regresiones a etapas ya superadas, pesadillas, enuresis, encopresis y rechazo hacia uno de los padres, generalmente hacia aquel que se fue del hogar. 
En los niños entre 7 y 12 años comienza una comprensión más racional de lo que es y significa la separación, pero se sienten impotentes y se incrementa el temor al abandono ante la separación. Se intensifican la tristeza y la sensación de culpabilidad por sentir el haberla causado. Aparecen la vergüenza, el resentimiento, la hostilidad  al mismo tiempo que las fantasías de la posibilidad de la reconciliación entre sus padres, las que pueden durar mucho tiempo. Pueden darse problemas en el rendimiento escolar o de conducta y pérdida del interés en las actividades, personas o lugares que antes eran importantes para ellos.  En la escuela, muchas veces provocan peleas o se alejan de los que eran habitualmente sus amigos, aislándose del grupo de pertenencia. 
Los adolescentes reaccionan con una enorme preocupación y temor, no ya por el abandono sino por la pérdida de la vida familiar y por su propio futuro. Surge muchas veces en ellos tristeza, depresión y un sentido de responsabilidad con la familia, especialmente con la madre o hermanos menores, acompañado esto al mismo tiempo con momentos de ira y hostilidad. Desarrollan a veces una hipermadurez peligrosa al pretender sustituir al progenitor ausente. Pueden presentar, por el contrario, regresiones a etapas anteriores, adoptar una conducta antisocial no aceptando normas y rebelándose contra todo intento de autoridad o aparecer conductas de riesgo como promiscuidad  en las niñas o adicciones diversas. Puede surgir también competitividad con el del mismo género y preocupaciones sobre su propio rol futuro como pareja sexual o marital. 
Es necesario que los padres tengan la capacidad para discriminar con claridad entre sus roles como pareja y como padres para producir acuerdos entre ellos que beneficien el desarrollo evolutivo de los chicos.

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