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LOCALES

14 de mayo de 2013

Toda una vida, paso a paso

El martes 7 de mayo, el taller de compostura y fabricación de calzado de Roberto Pricolo cumplió nada más ni nada menos que 64 años de actividad interrumpida. Lo que lo convierte en una de las joyas del comercio local.
* “Toto” dialogó con El Espejo sobre sus inicios en el oficio que lo ha tenido todos estos años al servicio del andar de la dama y el caballero para que…como se dice “los pies no duelan en la cara”. Nota: Belén Casares para Semanario EL ESPEJO y lanubefm.com.ar

Si alguna vez – quizá cuando aprendía los primeros pasos de la actividad - le dijeron el típico refrán “Zapatero a tus zapatos” él se lo tomó tan en serio que lleva más de medio siglo de oficio entre cueros, hormas y tintas. Roberto Ángel Pricolo -para todos nosotros “Toto”- nació en 1929 en una familia de siete hermanos. Pasó sus primeros años en el barrio El Tero, en una antigua casa que aún está en pie junto al galpón de Luciano, en la calle Remedios de Escalada. Su padre fue zapatero y él continuó la labor, pero no aprendió con él porque falleció en el 42, cuando Toto apenas tenía 12 años. El pasado 7 de mayo cumplió 64 años al frente de su taller de compostura y fabricación de calzado. Toda una vida dedicado a la misma actividad, siempre con el mismo gesto sencillo y su simpatía.  
“Abrí ahí en la esquina donde está Pulitti, después como aprendiz vino Aldo Lombardo y lo mantuvimos hasta el año ’58 que me trasladé al lugar actual”, recuerda. En ese sitio  sólo había unas pocas casas y las calles, lógicamente, eran de tierra. Eran tiempos en los que los jóvenes se empleaban por una mínima paga pero aprendían un trabajo que les significaba ganarse la vida por sí mismos.

¿Cómo aprendió el oficio? ¿Por qué esta actividad?
En el año 46 empecé a viajar a Chascomús en el tren que pasaba a las 6 de la mañana y regresaba a las 10 de la noche y tenía un abono que todavía lo conservo. Iba a un taller donde habíamos tres aprendices. Ahí se hacía ortopedia, calzado nuevo. Los que me enseñaron fueron dos italianos que eran socios, eran exigentes, en esa época nos dedicábamos mucho a la ortopedia y se trabajaba en planchas. Porque ahora viene todo preparado para la ortopedia, pero antes se empezaba en planchas de corcho y se hacían los arcos, todo a mano.

¿Quiénes eran esos maestros?
Se llamaban Grasso y Vécere, este último era el padre del doctor, el ginecólogo. El taller estaba en la calle Bolívar entre Libres del Sur y Belgrano, al lado de donde fue la heladería El Diluvio. En Chascomús estuve unos años, cuando me enrolé vivía allá todavía y después hice el cambio de domicilio para Lezama pero estaba radicado allá.
Y en el ’49 abrí la zapatería en Lezama.

¿Qué cambio ha habido en la actividad en todos estos años?
Sí…cambió mucho, antes se trabajaba todo a mano, con pocas herramientas. Ahora hay una máquina para cada cosa y se ha avanzado. Antes los calzados eran todos emplantillados, cosidos; ahora es casi todo pegado. No creo que haya mejorado en calidad pero si se gana tiempo, las composturas son más rápidas.

¿Es una labor de mucha paciencia?
Sí, hay que dedicarle tiempo y paciencia. Además también está el trato con la gente, entonces hay que parar y volver a arrancar. Ahora estoy más tranquilo, porque hago pocos trabajos, pero hubo épocas en las que no daba abasto.

¿Y cómo empezó a fabricar calzado?
Todo hecho artesanalmente, empiezo cortando los cueros y después se va armando, que se llama aparado. Primero se corta, después se apara y luego las medidas que se sacan al pie se le da a la horma. Cuando aprendí lo que más me gustaba hacer era la ortopedia, las reformas, las plantillas, me daba curiosidad eso. Ahora hago muy poco todo lo que es confección de botas, porque uno toma compromisos todo el año y se queda sin tiempo para hacer el otro trabajo. Porque fabricar calzado artesanalmente lleva mucho tiempo, los precios no son nada estables y cuando uno termina el trabajo lo ataca la inflación.

¿Le enseñó el oficio a alguien más? ¿Tuvo aprendices?
Sí, tuve a Aldo Lombardo, a Carlitos Galarregui que era sobrino mio, estuvo mucho  tiempo conmigo y después falleció; y también a un tal Ledesma que le decían “el gaucho”.

¿Ellos siguieron con la actividad después?
Aldo Lombardo sí, después se trasladó a Chascomús y falleció allá. Mi sobrino entró como zapatero en la policía y después trabajó como policía, pero había entrado como zapatero.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Me gusta hacer calzado, trabajar los materiales, todo el trabajo. Antes de cortar un cuero me da lástima hacer el primer tajo porque los amo a los cueros, es una belleza, el olor, la textura.

Su comercio debe ser uno de los más antiguos del pueblo con actividad interrumpida, ¿no?
Si seguro, otro puede ser Adelfa, si contamos los que siguen con los mismos dueños. Es mucho tiempo 64 años, pero uno ha hecho lo que le gusta, siempre con las mismas ganas.

Quedan pocos zapateros e incluso durante un tiempo usted fue el único… ¿Qué opina de esto?
Es lamentable que los chicos hoy no tengan entusiasmo por aprender un oficio y tener su propio trabajo, no tienen paciencia porque esto lleva un tiempo. Y es una lástima porque hay mucho trabajo, pero no lo ven por ese lado. 

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