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DEPORTES

14 de abril de 2015

Juan Pablo Hatrick

Entrevista extraída de la página oficial del club Boca Juniors

La camiseta número 14 con el apellido Hatrick estampado en la espalda se está volviendo un clásico. El opuesto Xeneize, oriundo de la ciudad de Lezama, conversó de vóley y también de la vida alrededor del deporte.
 Con la humildad que lo caracteriza, Juampi -como lo llaman en el club- se acercó bien temprano al Polideportivo Quinquela Martín para ponerse a las órdenes del cuerpo técnico. Con pasado en Azul Vóley, Gigantes del Sur (campeón A2), Finlandia, Entre Ríos, Sarmiento de Chaco, Club Ciudad de Buenos Aires (campeón A2), Chile (campeón) y varios pasos por Boca, Hatrick forjó una carrera de dedicación con el vóley. Mate en mano, se sienta y se predispone a charlar con algo de timidez.

Tu último partido en Boca fue nada menos que la final con UPCN, ¿cómo tomaste la vuelta al club luego de tanto tiempo?
Con mucha alegría. Me había alejado un poco del profesionalismo y volver a estar en un equipo que pelea por cosas importantes, me tomó con muchas ganas; estoy feliz de esto que estamos viviendo. En lo personal, retornar a este club no es poca cosa, pasé grandes momentos e hice muchos amigos. A veces las decisiones en la vida del jugador de vóley no se condicen mucho con lo que uno quiere, por lo económico y lo familiar, pero sin dudas estar acá nuevamente es un privilegio.

¿Qué diferencias hay entre ese equipo que llegó a la final y éste que hoy trae un buen paso en la Liga?
Aquel era un gran equipo, está entre los mejores que tuve la suerte de integrar. Era un grupo más joven, teníamos mucho empuje, pero nos faltaba cierta madurez en algunas circunstancias, obviamente propias de la edad. A ese plantel se le fueron dando las cosas de a poco, esa fue tal vez la mejor virtud: aprovechar el momento de cada cosa. Este es un equipo mucho más consolidado, con una buena base de la temporada pasada que intentó reforzarse para la actual con las incorporaciones. Si perdemos el foco del esfuerzo, estaríamos errando el camino.

Mencionaste que te alejaste del profesionalismo, pero volviste en un gran nivel, ¿por qué consideras que pasó esto?
Se fueron dando algunas cuestiones personales y opté más por temas laborales y familiares. Al tiempo se me hizo difícil, me di cuenta que el vóley es todo para mí y que tengo que seguir ligado a esto. Nunca me había pasado, sentí realmente la falta del vóley como práctica profesional, como medio de vida. Gracias a Dios, desde Boca Río Uruguay Seguros volvieron a confiar en mí y el llamado fue algo especial. 

¿Cómo es seguir jugando en la alta competencia a los 34 años?
Soy un apasionado, un loco del entrenamiento, la verdad que no me cuesta, pero también he descubierto que no puedo dejar de entrenar. Lógicamente, uno a veces reniega de los viajes, los días de entrenamiento o el tiempo en que uno se aleja de la familia, pero como dije antes, el vóley es todo para mí, me encanta todo lo que envuelve al deporte y lo llevo de la mejor manera. No voy a negar que desde lo físico no es lo mismo ahora que a los 20: las recuperaciones son más prolongadas, los cuidados con las comidas son muy distintos, pero tengo plena conciencia de eso y trabajo todos los días para achicar esas brechas. Me divierto, me pone de buen humor, tiene una parte social en la cual me siento muy a gusto… soy realmente feliz con el vóley.

¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta del vóley?
Mi pasión por el vóley me lleva a que me interese demasiado todo lo que rodea al deporte, desde cómo se organiza un día de partido hasta las estadísticas. Hago muchos cursos y creo que el vóley realmente sigue creciendo: la velocidad en que viaja la pelota es mayor y la visión del mismo se vuelve espectacular. Después, como parte negativa te puedo decir que lo más duro para alguien es la distancia y dejar varios meses a la familia. Por momentos los jugadores emigramos a equipos a varios kilómetros de distancia de nuestras casas y la familia se queda en el lugar de origen. Como toda profesión, tiene sus sacrificios y ese puede llegar a ser el nuestro: realmente a veces las temporadas se vuelven muy largas y uno está solo, eso es un momento duro.

Faltan poco para que culmine la Liga, ¿con qué soñas?
Tengo el recuerdo de esa Bombonerita llena en la final frente a UPCN. Me atrevo a decirte que ese día cuando entré a la cancha me temblaban las piernas. Recordaba cuando los jugadores de fútbol dicen que entran a la Bombonera y cuentan sus sensaciones; juro que ese día la Bombonerita también latía. Lamentablemente, el resultado no nos acompañó, pero la ilusión de poder superar ese momento siempre está. 

Mencionaste mucho a tu familia en toda la entrevista, ¿qué valor tiene en lo ligado al vóley?
- La verdad que cuando me fui a estudiar a La Plata se dio la posibilidad de jugar al vóley, mis padres hicieron un esfuerzo notable por bancarme desde lo económico hasta lo personal: viajaban todos los fines de semana a verme y soportaban largas jornadas de partidos. Cuando se dio lo de Azul, también se trasladaban y volvían de madrugada a Lezama para trabajar al otro día. Estuvieron siempre, en las buenas y en las malas. Mi novia hoy también es parte fundamental para que yo pueda hacer realmente lo que me gusta, es uno de los pilares de mi vida.

¿Tenés conciencia  de que para el hincha de Boca sos un jugador representativo de su camiseta?
Para nada, pero no es falsa modestia, es que no soy muy atento a esas cosas. Desde el primer día que llegué tuve un gran trato en el club y encontré muy buena gente que pone todo de sí para que el vóley de la institución sea uno de los mejores del país. Tengo muchos conocidos, pero el saldo positivo se da en la buena cantidad de amigos que pude hacer. Yo juego así y me brindo por mi equipo, estoy en una institución enorme que es una marca por el lugar del país que viajemos o estemos. Yo me siento orgulloso, trato de llevarla y representarla con el mayor de los respetos a la camiseta azul y oro.

¿Crees que esta estrecha relación entre el vóley y vos tiene fecha de fin?
Mi idea es que no, me gustaría seguir ligado como entrenador. El destino dirá donde, de qué manera, en qué lugar, pero voy a ser reiterativo: no puedo vivir sin el vóley. Mejor dicho, no sé vivir sin el vóley.

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